25 de agosto de 2012

Siete amigos, siete poemas... (II)


[Dibujo de portada y diseño: Antonio Gómez Ribelles]

Siguiendo con los poemas de la plaquette-homenaje de la que hablaba en la entrada anterior, traigo ahora dos poemas más. Uno de ellos, el titulado Desesperanza, de Natalia Carbajosa, ya había sido publicado en el blog, como dije, lo cual creo que no obsta para poner aquí la imagen de su página correspondiente del cuadernito. Junto a este, y siguiendo el mismo orden que ocupan allí, el estupendo e incisivo Homenaje de Juan de Dios García. A ambos —como al resto de ficcio-palconeros (o palco-ficcioneros, que de ambas formas suele y puede decirse)— otra vez todo mi agradecimiento.




20 de agosto de 2012

Siete amigos, siete poemas... (I)


[Dibujo de portada y diseño: Antonio Gómez Ribelles]

Sé que habrá quienes abierta o veladamente lo consideren y/o lo llamen inmodestia... Yo sólo pienso —en cambio— que no por sorprendente y poco habitual debe dejar de agradecerse un regalo semejante. A día de hoy todavía no tengo muy claro cómo surgió y cómo se ha desarrollado esto, por más que pueda ir atando algunos cabos: recuerdo que, para su presentación de mi plaquette Monólogos en el vacío, Antonio Marín Albalate fue un poco más allá en su costumbre de ir entresacando versos e hilvanándolos con sus propias reflexiones, para hacer —más allá de esa estampa lírica habitual— un poema como tal que caminara sobre algunos títulos y versos de poemas incluidos en la plaquette. El resultado fue su Poema de «Monólogos en la vacío», que inmediatamente le pedí para traerlo al blog. Después vino la sorpresa añadida de que —esa misma noche de la presentación— Natalia Carbajosa escribió sobre la marcha un poema-homenaje (porque sí, porque le surgió de repente y se puso a escribirlo allí mismo), y cuando ya nos despedíamos (tras una larga y grata conversación con ella y Juan de Dios García sobre nuestras tantas cosas habituales) me dijo algo así como que cuando llegara a casa me mandaría un email, que resultó ser su poema Desesperanza, que también colgué unos días después que el de Antonio.

Dado que todo eso fue tan espontáneo, no me cabe pensar que a esas alturas estuviera todavía en marcha (ni siquiera esbozada, me parece) la idea de este pequeño homenaje, sino más bien que fuera a raíz de publicar aquí en el blog los poemas de Natalia y Antonio que surgiera en la mente de Vicente Velasco —como afirma Albalate en las palabras previas que la abren:


De hecho, cierta noche que se pusieron —el propio Velasco y José Alcaraz— a llamarme al móvil a las cuatro de la mañana desde vaya usted a saber qué antro (recuerdo haberles puesto a caldo en Facebook por aquello), por lo visto esa broma pesada habría surgido al hilo de una conversación que ya versaba sobre el asunto de la plaquette, según contaban ellos mismos la noche del 16, cuando tras todos estos meses decidieron al fin llevar a cabo la “fiesta” de celebración y entrega con las que, por lo demás, estuve a punto de dar al traste —pues me lo habían venido “vendiendo” como un homenaje a Elvis, al que a última hora ni siquiera tenía cuerpo para asistir, y así se lo dije...


Pasada la alegría y la sorpresa del momento, horas después, fui consciente de determinadas ausencias y de la posibilidad de que se tradujeran (como parece que efectivamente puede haber ocurrido) en mosqueos más o menos importantes, que ni siquiera mi nula participación en toda la génesis y desarrollo de esta historia lograría mitigar... Y dado que soy incapaz de conseguir que no me apetezca lo de lamentar pérdidas, y que los afectos nunca suelo darlos por extraviados del todo, he hecho alguna tentativa de indagar en el planteamiento de los nombres de la plaquette, pero no he podido llegar (o no han querido que llegara) más allá de la frase de esas palabras previas: “los que nos tomamos las cervezas con él en los bares de turno”... Tan simple, que es tan posible —como probable— que no haya que buscarle cinco pies al gato, cuando todo el mundo sabe que no tiene sino cuatro…

Y cuando —como todo el mundo sabe también (aunque pueda parecer que está de más decirlo)— cualquier publicación, por pequeña que sea, cuesta dinero, que lógicamente (como las mismas cervezas la mayoría de las veces) han pagado ellos... No tengo la menor idea —ni me lo van a decir— de si algunos o todos o qué parte cada quién, pero sí sé que eso lo hace para mí —si cabe— mucho más valioso aún. Es obvio que sólo puedo corresponder con el enorme agradecimiento que a buen seguro serán incapaces de traducir adecuadamente estas palabras, que acompaño —además de con la portada y la contraportada con sus nombres— con la imágenes de esas palabras previas a las que ya he aludido y del primero de los poemas del cuadernillo —en sucesivas entradas me encantará ir añadiendo el resto hasta completar los siete, dado que se trata de una edición no venal de sólo 50 ejemplares.


Terminaré por ahora recordando que esa noche del 16 pude ver no sé cuántos, pero desde luego muchos flashes, así que supongo que estos cabrones no tardarán en ir subiendo a Facebook fotos de toda la historia que llevaban meses preparando... Lo dicho, sin palabras... ¡Gracias, chicos!

6 de agosto de 2012

Un poema de 1995


Foto © Mad Hatter: Abeja solitaria sobre botón de oro (Ranunculus acris)


VIDA DE ESTA ABEJA

Ya se hizo mayor.
                              La vida quiso
que fuese dando tumbos
sin fijar la mirada en una meta,
y siguió con pasión irrefrenable
el vuelo de los zánganos; quiso ser como ellos,
y aprendió sus oficios llamativos y alegres,
pero ellos volaron y está sola,
tan sola como estuvo mientras los perseguía,
imitaba y amaba.
                              Siguió haciéndose
mayor, mayor incluso para volar con ellos,
y las otras abejas le hincaron —envidiosas
de aquella libertad— sus aguijones,
le inyectaron la ponzoñosa y triste
verdad del mundo adulto, y el instinto
de la recolección, que le era extraño.

Quiso huir... Era tarde.
Se habían disipado los fulgores del bosque,
y había sólo flores que expoliar
por el bien de la especie, había celdillas
que llenar —la medida del trabajo—
y delitos y culpas y castigos
que cumplir por el tiempo derrochado.

Así que aquí la tienen, aprendiendo el oficio
de la supervivencia colectiva y mirando
salir cada mañana y regresar
cada noche a los zánganos hermosos,
lozanos, sonrientes, mientras oye
murmurar con envidia a las obreras...