26 de octubre de 2010

El coloquio de los perros, nº 27



Fiel a su cita (semestral ahora) y al grito de ¡Adelante, adelante, siempre adelante!, aparece de nuevo El coloquio de los perros, que con este número 27 cumple diez años de entrega a la literatura en general y a la poesía en particular. Viene repleto en esta ocasión tan especial con poemas de Jordi Doce, Piedad Bonnett, Txús García, Alberto Chessa, Andrés Malpaso, Rómulo Bustos Aguirre, Estefanía Muñiz, Gontzal Díez, Lola Schutz, Pedro Luis Casanova, Marian Raméntol, Victor Hugo, Nouara Lahrash, Jean-Claude Pirotte, Ruy Ventura, Mircea Oprita, Khalid Raissouni, e e cummings y Renate Neumann; cuentos de Daniel Battiston, Luis Topogenario, Rolando Revagliatti, Daniel Sánchez Pardos, Mercedes Soca Gil y Mª Ángeles Esteves, así como un fragmento de Mi amor desgraciado (Siruela), la nueva novela de Lola López Mondéjar, que anda estos días de presentación en presentación.

Además, entrevistas a Manuel Vilas, Ariadna G. García y Fulgencio Martínez, así como un interesante coloquio o entrevista mutua entre Cristina Morano y Óscar Curieses acerca de sus respectivas poéticas y los libros en que las han plasmado. Y artículos sobre la conveniencia e inconveniencia de las notas a pie de página (Sergio B. Landrove), la peligrosa preeminencia de lo fragmentario (Julio Monteverde), Gabriela Mistral (Agata Sapienza), Allan Poe (Carmen Mª Izquierdo Rivera) o Vargas Llosa (Pedro García Cueto), junto a otros dedicados a las figuras míticas o arquetípicas de Fausto, Don Juan y Hamlet (Elena Nicolás Cantabella, Enrique García Díaz y Emilio J. Álvarez Castaño).

La poesía visual y la fotografía vienen de la mano de Mar Lozano Reinoso (El poema que tejió la araña) y Marisa Martínez Pérsico (Juan Rulfo: Barda tirada en un campo verde). Y, como viene siendo habitual, también la reflexión y el análisis sobre la música, el cine y la televisión tienen una presencia importante, con sendos artículos dedicados a la imprescindible figura de Lawrence Davies (Alejandro Hermosilla Sánchez), a Peter Gabriel (Antonio J. Ubero) y a la obra Polifemo AV39 para banda sinfónica del compositor Andrés Valero Castells (José Antonio Hernández Arce), así como a Bob Esponja (José Óscar López) y al "musicoanálisis" de dos películas recientes de Woody Allen, Melinda & Melinda y Scoop.

Bienvenido sea pues este nuevo número de la veterena revista digital, feliz décimo aniversario y de nuevo ¡Adelante, adelante, siempre adelante!

11 de octubre de 2010

Ha muerto «La Stupenda»





Su Norma junto a Caballé y Pavarotti fue mi primera Norma. Su Turandot (también con el de Módena y la catalana) mi primera Turandot. Sus Contes d'Hoffmann junto a Domingo y Bacquier mis primeros Contes d'Hoffmann y los que más he oído y sigo oyendo, pese a las muchas (magníficas y musicológicamente más ajustadas o completas) grabaciones que se hicieron y compré después. Sus Puritani de 1963 con Pierre Duval no fueron los primeros, pero siguen estando entre las tres grabaciones de esa ópera que más oigo (por detras de la de Sills y por delante de la de Gruberova).



Dos recopilaciones de arias cantadas por ella (una de las cuales escucho por enésima vez mientras escribo estas líneas) fueron mis primeros recitales en cd, allá por los finales de los ochenta y primeros noventa: no recuerdo la cantidad de veces que tuve que hacer copias para amigos y/o amantes de estos dos discos, pero fueron muchas (la gente se quedaba literalmente enganchada, profanos incluidos). En el primero de ellos comienza con el aria Let the bright seraphim del Samson de Haendel y sigue con este Il bacio de Luigi Arditi:



Recuerdo todavía como si fuera ayer mismo cómo mi profesora de canto nos explicaba el handicap que debió de haber supuesto para la soprano australiana la peculiar fisonomía de su rostro (su prognatismo) y cómo había sabido superar las enormes dificultades que eso entraña a la hora de colocar la voz en la máscara, a expensas quizá de "ahuecar" y tornar ciertamente extraña su pronunciación, característica que muchos de sus detractores (que los ha tenido, ¡insensatos!) han utilizado a lo largo de los años como demérito de sus prestaciones interpretativas. Por lo demás, cualquiera que la haya conocido (era frecuente verla pasear por las Ramblas cada año en los días del Viñas, de cuyo jurado formó parte en muchas ocasiones) o visto alguna de sus entrevistas sabrá que era una mujer encantadora y dulce, con un extraordinario sentido del humor y una risa contagiosa.

Estas últimas semanas he estado viendo varias veces la notable produccion de Anna Bolena que la Canadian Opera Company ofreció en Toronto a finales de mayo de 1984, cuyo reparto encabezó ella (algo mayor ya para el papel, pero mejor de voz que en la grabación de estudio de 1987, y dueña como siempre del estilo y de todos sus recursos técnicos) junto al sorprendente Henry VIII de un joven James Morris, la Seymour de Judith Forst, y el Percy de Michael Myers (supongo que sólo razones puramente comerciales —en razón de su brillante carrera posterior— justifican que la portada del DVD destaque junto a los nombres de estos dos últimos cantantes el de un entonces desconocido Ben Heppner, en el breve papel comprimario de Harvey).



Poco podía imaginar que hoy me encontraría con la noticia de que falleció la madrugada de ayer domingo a los 83 años, tras una larga enfermedad, en Les Avents (Suiza) donde residía junto a su marido y mentor, el director de orquesta Richard Bonynge. Sobra repetirlo, pero su arte es de veras adictivo. Para quienes tengan curiosidad o simplemente crean que exagero, YouTube les ofrece la posibilidad de hacer un repaso de su carrera tan somero o detenido como gusten, pinchen cualquiera de los enlaces que he puesto aquí y déjense llevar de un vídeo a otro, no les defraudará.


5 de octubre de 2010

Estrecheces



(Foto: Web de Tusquets Editores © Daniel Mordzinski)

Leo en la última entrada del blog de Elías Moro estas palabras y me gustaría mucho no poder suscribirlas, pero reflejan tan exacta y detalladamente mi situación (y supongo que la de muchas personas) de estos últimos dos años, que no me queda más remedio que hacerlo: 

«De un tiempo a esta parte, y mal que me pese, estoy expurgando mi biblioteca. La maldita falta de espacio se cobra su cuota de dolor en el proceso de elección y abandono de los volúmenes que un día fueron adquiridos con toda ilusión. O recibidos de manos de amigos que pensaron en nosotros. Pero el tiempo, ay, hace su criba en gustos y lecturas y uno no tiene más remedio que desprenderse —como de ciertos amores adolescentes— de un —me cuesta escribir la palabra lastre— equipaje rozado por la vida.» 

En mi caso, a la paulatina criba escrupulosa y posterior donación a bibliotecas o regalo a los amigos, se une la imposibilidad* de ir añadiendo a la biblioteca siquiera alguno de los títulos nuevos que continuamente van apareciendo, especialmente sangrante en lo que a la poesía respecta: Ashbery, Yeats, Laughlin, Plath, Hughes, Atwood, etc., por citar sólo unos pocos nombres entre los extranjeros, y por supuesto muchos de los españoles, entre ellos muchos amigos y/o conocidos, autores ellos mismos, en algunos casos, de las traducciones de los mencionados antes... Es la parte más dura, la más triste y difícil (quizá la única realmente mala) de caminar por los bordes, de llevar un tipo de vida que pocos tildarían de sensato o razonable, pero esa (como repite Ende en La historia interminable, otro de los descartes, por cierto) es otra historia y debe ser contada en otro lugar.

Así las cosas, uno lleva muy mal las tomaduras de pelo que —queriendo o sin quererlo, a sabiendas o no— acaban urdiendo las editoriales en torno a la ya de por sí cara poesía. Un ejemplo concreto: el año pasado, más o menos por estas fechas, salía a la venta Como la lluvia, el segundo de los dos volúmenes en que los editores (Era en México, Visor en España) habían decidido dividir la amplia producción poética de José Emilio Pacheco entre el 2000 y el 2009. El otro volumen, La edad de las tinieblas, todo él de poemas en prosa, había aparecido meses antes en la misma editorial (Visor) y colección (Palabra de honor) y al mismo precio (alrededor de 20 €). Como admirador de su obra y lector fiel del poeta mexicano desde mediados de los ochenta, en cuanto tuve oportunidad compré Como la lluvia, dejando La edad de las tinieblas para mejor ocasión.

Muy poco tiempo después, sin embargo, la editorial Tusquets anunciaba la inminente publicación en España en fechas próximas a la entrega del Cervantes de la nueva edición de Tarde o temprano, su poesía completa, editada ya en México por Fondo de Cultura Económica, y las catas en la red no tardaron en confirmarme lo que me temía: sí, efectivamente, esa nueva edición (buen papel, tapa dura, magnífica impresión) incluía Como la lluvia y La edad de las tinieblas, los dos libros publicados sólo unos meses antes en Visor, por un precio doce euros (12 €) inferior en conjunto, y en un volumen que (todo hay que decirlo, estábamos hablando de estrecheces) ocupa en la estantería menos espacio que la suma de aquellos dos.

Como habrán supuesto ya, los responsables de la librería también entendieron mis razones y, pese al tiempo transcurrido (un par de meses no parecen mucho, pero sí pueden ser demasiado tratándose de un cambio o devolución o de libros), aceptaron la devolución de Como la lluvia, o mejor dicho, su cambio por esa nueva y estupenda edición de Tarde o temprano que fue (finales de junio, creo) mi última adquisición hasta el momento por lo que a libros de poesía se refiere.

[*Imposibilidad por razones tanto de espacio como de precio: en los últimos años la poesía ha devenido un lujo caro, y no parece que el libro electrónico vaya a solucionarlo a corto plazo. Un buen ejemplo de lo que digo podría ser Actos de habla de Jaime Siles, publicado por Plaza & Janés. Como se puede ver haciendo clic sobre el título, el libro en papel (56 páginas) cuesta 14.90 €, y en formato electrónico 11.99 €. En cuatro palabras: no-se-han-enterado. Es de esperar que el tiempo y/o las escasas ventas terminen por persuadir a las editoriales sobre lo absurdo de las pretensiones que tales precios dejan entrever.]

3 de octubre de 2010

Un recital de Miguel Ángel Velasco




 

La verdad es que todavía no acabo de creermelo, me topé ayer con la noticia en ABC mientras buscaba otra cosa y... Eso, sin palabras... Y cuando poco o nada puede añadirse, tal vez lo mejor sea guardar silencio y escuchar otra vez a quien se ha ido. Este es el segundo de una serie de vídeos que recogen una lectura suya en la conocida librería, cafetería y taller de escritura creativa Literanta, situada en el casco antiguo de Palma de Mallorca. (Como es habitual en YouTube, al terminar cada video de la serie aparecen los enlaces al resto).