27 de junio de 2010

La falacia de Duran i Lleida





Está bien que los políticos defiendan la libertad de opciones, pero cuidado con reírles la gracia cuando escriben faltando a los más evidentes principios de la Lógica. En este sentido, el razonamiento de Duran i Lleida en la entrada del 18 de junio en su blog (La Generalitat i l’homosexualitat) es —además de perverso— una completa falacia (un argumento que puede ser convincente o persuasivo, pero no es lógicamente válido). El hecho de que «una persona -després d’anys d’estar casada i amb fills- arriba a la conclusió que en realitat és homosexual i vol assolir aquesta tendència i considera que necessita ajuda», no se puede equiparar con lo que él denomina escuetamente «el cas invers» (es decir, el que alguien a quien le gustan las personas de su mismo sexo pida ayuda médica para que dejen de gustarle y poder sentirse atraído por las personas del sexo contrario).

Tal equiparación se apoya en una contradicción evidente: en el primer caso, la persona acepta al cabo del tiempo ("-després d’anys d’estar casada i amb fills-") su sexualidad real —que mantenía oculta— y pide ayuda para afrontar psicológicamente los problemas sociales, emocionales y familiares que esa “sortida de l’armari” conlleva de hecho. En el segundo caso, el que Duran llama "el caso inverso", no es tal en absoluto, porque la persona pide ayuda médica para vivir una sexualidad que no siente como propia (pero considera que es la única socialmente aceptable) para sustituir o al menos soslayar la que considera errónea o pecaminosa (y que, de paso, está afirmando): sería propiamente inverso si se tratase de una persona heterosexual que, desde que se dio cuenta de que era heterosexual (allá por la pubertad), se hubiera visto obligado por imperativos personales, sociales, laborales o religiosos a comportarse y vivir como homosexual durante muchos años, al cabo de los cuales decidiera asumir su auténtica identidad heterosexual reprimida y oculta hasta entonces... ¿Conocen a alguna persona que pueda incluirse en este segundo grupo? Yo no.


Su conclusión de que «La lògica final d’aquest plantejament és que l’espècie humana té un estadi normal que és l’homosexualitat» es consecuentemente falaz, apresurada y errónea como la segunda premisa de su argumento anterior. Y el último párrafo, donde dice sorprenderse de que «la celeritat amb que la Generalitat vol investigar els professionals mèdics que tracten homosexuals» no se aplique a «vetllar perquè no es fessin les practiques d’avortametns que, en contra de la llei, es feien en centres clínics de Barcelona», es demagogia de la más baja estofa, impropia de un político de su clase.


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