23 de mayo de 2010

Nuevo número de «Antaria»




Ya está disponible el décimo primer número de Antaria. Revista de poesía, artes visuales, narrativa y pensamiento dirigida por Emma Pérez Coquillat y editada por la Fundación Cajamurcia (cuya aparición debía haber tenido lugar, de acuerdo con su carácter semestral, entre noviembre y diciembre de 2009) con sendos ensayos de Isabel Paraíso, Alfonso Martín Jiménez, Mercedes Replinger y Antonio Durá; poemas de —entre otros— Virgilio Cara, David Pujante, Alejandro Duque Amusco, Ramón Crespo, José Luis López Bretones, Luis Alberto de Cuenca, Javier Lostalé, Juan Carlos Abril, Tomás Albaladejo, Juan de Dios García o Miguel Galanes; y en el apartado de artes visuales (también entre otros muchos y en continuo diálogo con los textos literarios) Alberto Corazón —autor de la portada de este número—, Antonio Soto, Manolo Belzunce, Manuel Barnuevo, Antonio Gómez, Inma Salazar, Yolanda Tabanera, Roberto Carrasco Cañizares, Mª José Contador, David Hornback o Antonio Martínez Mengual, que el pasado 12 de mayo fue el encargado de la presentación del número, cuyo texto íntegro ha tenido la gentileza de permitirme reproducir aquí. Estas son sus palabras de aquella tarde:

Los elementos: la Tierra, el Agua, el Aire y el Fuego (más la Divinidad) fueron representados en el mundo clásico griego por los sólidos perfectos; así, tetraedro, hexaedro, octaedro, dodecaedro e icosaedro vinieron a ser las formas más puras de la naturaleza y del hombre, del cosmos. El estudio por Platón de estos cinco poliedros regulares les dio el nombre de sólidos platónicos, y así han sido denominados hasta nuestros días. Él y estas formas puras serán esta tarde la llave de paso para entrar en Antaria, la ciudad de las artes y las letras, que [en esta ocasión] lleva como subtítulo El ser poliédrico. Tan sólo hemos de traspasar su etérea forma rectangular para caminar con sus habitantes, que dedican parte de sus vidas a expresar con palabras y formas sus personalidades, sus sentimientos, sus facetas de seres poliédricos. El hombre es un ser que —a veces— es ocultado por su propia obra. Veintisiete poetas y veintisiete artistas plásticos conforman esta vez su contenido y —aunque quizá sería más justo nombrarlos ordenadamente a todos— no quiero detallar fríamente sus nombres sino pasear con ellos, sentir entre ellos por esta ciudad dispersa geográficamente en sus páginas, en la que también yo formo parte del hermoso y frágil mapa que la contiene.
¿Cuáles son las palabras, imágenes y colores con los que consiguen hacer realidad física sus pensamientos y transformar enteramente nuestra limitada realidad en otros pensamientos? Caminemos por estos espacios para ver, aunque sea someramente, a sus habitantes. Cuatro trabajos aparecen en el espacio que damos en llamar “pensamiento”: Isabel Paraíso lo titula El doble poliédrico, Alfonso Martín nos habla de La cara oculta de Cervantes, Mercedes Replinger hace que las figuras humanas se multipliquen hasta el infinito en su texto Espejos de un cuarto de baño, y Antonio Durá nos permite leer una parte de su importante trabajo sobre el Tarot y la Poesía, en un capítulo dedicado a El simbolismo del Arcano Mayor 'El Loco' en la poesía contemporánea. Un breve y sorprendente cuento de Martín Páez, ¡Llaman a la puerta! y una poética reflexión, entre las brumas de la melancolía, de José Luis Méndez titulada Aguamarga, comparten lugares de la narrativa.
Y junto a estos interesantes trabajos, aparecen los jóvenes creadores que ya cuentan entre sus reconocimientos con el [premio del certamen] Creajoven de poesía y narrativa: Irene Martínez Marín, Rubén Bautista, Susana Navarro y Mar Palomares. Aunque sea brevemente quiero escuchar sus voces, y leo y subrayo algunos versos… De Irene: Odio tu mano derecha porque siempre dice adiós; de Rubén en su fantástico informe-diario: Quizá la amaba, sí, pero amaba más su amor propio, el que ella había destrozado dejándole sólo. Susana, quizás con Xemaá-El-Fná en la memoria, escribe: Por la tarde hubo cielo rojo y tormenta de arena, / ahora es la noche / y es la plaza / y es el cielo. Y Mar se pregunta: y si, al fin, la nieve abandonara de una vez estos campos / y prendieran las colinas de verde esmeralda. Seis poetas andaluces nos acompañan en este paseo y resulta más que imposible volcar siquiera una pequeña reseña de ellos. Por dejar constancia de su compañía, leo estos versos de José Luis López Bretones: ¿Qué retrato de mí están dibujando las palabras? // En ese negro espacio / que va desde mí mismo a quien escribe / es donde me oculto.
Pero en esta ciudad no habitan solo las palabras, también las imágenes. Las líneas y los colores tienen su parte en esos poliedros perfectos. Las fotografías de Virginia Bernal, Luis Jaime Martínez del Río, Erika Ede y la espléndida instantánea de Gerardo Proal del campesino caminando junto a las columnas de los cactus nos acompañan; la mágica instalación de Yolanda Tabanera, las espirituales manos de Perla Fuertes, los patrones del traje transparente que nos hace Pedro Manzano Ruiz, la Alicia en el País de las Maravillas de Concha Martínez Barreto, que ya no nos mira desde el otro lado del espejo; el paisaje en la figura y la figura en el paisaje de Manuel Pérez, los elegantes dibujos-poemas de Antonio Gómez, los trabajos llenos de tensión de Cortés Abellán junto a esa imagen mural en blanco y negro de Sam3, que nos acompaña en alguna de nuestras calles como uno de los más originales creadores urbanos, cuyos personajes nacen de la misma tierra y describen movimientos que les hacen como volátiles y en diálogo entre ellos mismos. Todas estas imágenes son parte también de esta ciudad. Y los trabajos de tres pintores de los ochenta que continúan siendo referencia en la pintura, Manuel Barnuevo, Manolo Belzunce y Luis Manuel Pastor, con los que tanto hemos compartido.
Abandonando estas imágenes, reiniciemos el paseo que nos llevará hasta el final. Tenemos que renunciar a nombrar a más poetas que también nos acompañan, pero quiero en su nombre leer unos versos de la más joven, María Jesús Miranda: Buscar hasta tenerte, / exprimir recuerdos / que permitan componer / ese rostro que no olvido. / Y leerte. / Recorrer tus manos, / tus líneas, / tu tiempo… // Y pensarte. Alonso Chávarri nos trae en Termómetros de infancia una preciosa colección de poemas que nos hablan de ausencias y silencios; Luis Alberto de Cuenca, dos brillantes poemas recién florecidos en la noche y la espesura, y David Pujante nos convoca a La mañana de luz, una profunda reflexión sobre el mito edénico cuyas seis caras forman un cubo perfecto de imágenes y emociones sobre la capacidad de creación en el hombre y que por amistad me ha dedicado. Finalmente, el poeta aragonés José Manuel Soriano nos dice en un breve y hermoso poema: El sueño es azul. / Al cerrar los ojos una gota de mar se agita en tu pupila. Otra vez el sueño… ¡Los sueños! Ésta es la señal para ir abandonando Antaria, la hermosa ciudad de los artistas, de los sueños.
Permitidme que antes dé las gracias a Emma, a Pedro, a Pascual por su amistad y por regalarme este momento, a David y José Manuel por su recuerdo en la distancia, con un fuerte abrazo… Y a todos los habitantes que han hecho posible este paseo por la creatividad. Para salir busco de nuevo la compañía del maestro Platón, que al principio nos dio las mágicas formas para entrar, pero para despedirme reclamaré su palabra, en concreto las palabras que pone en boca de Sócrates en El Banquete, una pregunta y una respuesta que quiero dejar grabadas en el dintel de salida: ¿Las cosas buenas no te parece que son también bellas? A mí, al menos, me lo parece. Sean todos ustedes bienvenidos al décimo primer número de Antaria, la revista de las artes y las letras.
Antonio Martínez Mengual

19 de mayo de 2010

Catorce




La mirada extendida sobre el blanco,
preocupada por la futilidad, reconociéndose
en la futilidad y reteniendo despojos
 
de frutos y semillas, construyéndose sobre,
estructurándose desde los despojos,
el asfalto mudable trascendido
y elevado a metáfora confusa
del silencio sobre el que se disponen
y ordenan: hojas secas, vainas rotas,
vacías o aún cargadas de promesas
que pronto serán nada, tal vez como el amor,
cuyos senderos —parecen sugerir
los catorce parcos versos—, conducen
a un refugio final que es el recuerdo,
cuyos contornos significan
pero callan y en esa extraña forma
del silencio contienen todavía
—como algunas de esas vainas caídas—
simientes que no habrán de germinar,
de antemano abocadas a una extraña
forma de traición a su naturaleza.

Semillas, sueños, pasos, acritud
indecible de un paisaje cifrado
en su miseria y en su desolación,
en la indefinición de sus contornos
y en la ausencia de marco, de paisaje,
de trama natural donde poder
situar sus elementos, imbricarlos
y ofrecerlos de forma diferente a la mirada.


[Escrito para la exposición homónima de Antonio Gómez Ribelles en la Galería Bisel (Cartagena, 22/IV-10/V de 2010) a la que pertenece el cuadro reproducido arriba, y en cuyo catálogo ha sido publicado.]

12 de mayo de 2010

Museo arqueológico


Como débiles muestras,
indudable caricia de los gestos,
se expone el arte nuestro irrepetible
de las horas distintas:
                                            el sol de las mañanas,
las pinturas y el tiempo entre los bronces,
el pasado mirándose sin luz y el diminuto
consuelo de los ojos,
la trampa del silencio acumulando
salobres emociones, la escalera
que baja hacia la sombra sembrada de momentos,
de bocetos impropios, sin valor y sin firma,
la ceniza vestida de palabras
y el brillo indiferente
de su pálido gris tan ordenado.